juan josé jiménez mata

alberto jiménez-mata ruiz

arquitectos

THEORICA

Theorica
La Catedral Nueva de Cádiz

La Catedral Nueva de Cádiz

1.- DESCRIPCION GENERAL, BOSQUEJO HISTORICO Y DESCRIPCION DEL EDIFICIO.

1.1.  La implantación de la Catedral de Cádiz en un casco histórico singular:

Cuando, a comienzos del siglo XVIII, se plantea la construcción de la nueva Catedral de Cádiz, la ciudad había adquirido una gran importancia, encontrándose entre las cinco primeras de España en cuanto a población. El gran desarrollo urbano experimentado en la segunda mitad del XVII había ocupado la mayor parte del territorio intramuros. A partir de la antigua villa, desbordada en los arrabales de Santa María y Santiago durante los siglos XV y XVI, se habían enderezado las viejas tramas urbanas para trazar alineaciones rectas con las que cubrir todo el espacio disponible.

El territorio indiferenciado de carácter rústico se coloniza, apareciendo pronto determinados condicionantes: la ermita de los Remedios (1566), que se constituye en directriz del trazado de la calle Nueva y sus paralelas; el convento de los Descalzos (1608), que origina una importante barrera al crecimiento urbano homogéneo, segregando los barrios populares de los burgueses; la ermita de San Antonio (1669), a cuyo alrededor se constituye un centro alternativo al de la Corredera, y un barrio burgués de la nueva clase comerciante floreciente; el Hospital Real, que construído en un descampado en 1668 vá a señalar nuevas directices para el trazado de las calles.

Pocos espacios libres van quedando entre la ciudad y el mar, hasta el punto de que en 1668 el Cabildo solicita al rey Carlos II que frene la expansión de la ciudad. Según el padrón de 1709, la línea periférica de las construcciones partía del Campo del Sur por la calle San Felix, y bordeando el Corralón de los Carros pasaba por la actual calle de la Paz hasta la calle de la Rosa. Desde ésta avanza hasta la confluencia con la que más tarde sería plaza de Jesús Nazareno, para desembocar a través de la calle Soledad en el gran espacio existente frente al Hospital Real. La línea continúa por la actual calle Hércules y desemboca en la Alameda por la espalda de los futuros cuarteles de Genovés. Un desarrollo urbano tan potente como el que se produce en Cádiz a partir de 1650 constituye un caso singular en un país estancado económicamente y en regresión demográfica.

Yá en 1595 se realiza una traza para una nueva Catedral, ocupando un espacio en el actual barrio de El Pópulo, desde la plaza de la Catedral a la de San Juan de Dios y desde la calle Alonso el Sabio hasta la mitad del barrio, según la idea esbozada por Fernando de Mora. (Véase plano anejo del Archivo de Simancas)

Cuando finalmente se decide realizar la nueva Catedral, tambien se elige un lugar cercano a la antigua Villa y a la Catedral Vieja. En una zona tan consolidada del casco de la población es necesario realizar una dura operación de derribo para conseguir espacio para la implantación de tan voluminoso edificio. Así y todo, hasta finales del XIX no se consigue despejar suficiente espacio ante la gran fachada.

El barrio de las Escuelas, situado inmediatamente fuera de las murallas de la Villa, al oeste de la misma, disponía de una trama urbana bastante tortuosa según puede observarse en los planos de la época que se acompañan, y según corresponde a zonas del primer desarrollo de la ciudad extramuros. La salida de la Villa por el arco de la Rosa se producía por una calle en continuidad con la actual calle San Juan. Paralela a ella, y hacia el sur, existía otra calle que comunicaba la plaza de la Catedral Vieja con el Campo del Sur (actual esquina de la calle Arquitecto Acero) a través del Pasillo del Obispo. La continuidad urbana que ambas calles establecían entre el barrio de EL Pópulo y el resto de la ciudad hacia Poniente fué rota por la nueva edificación. El caserío de esta zona de la ciudad debía ser bastante deleznable, como corresponde a un área muy batida por los temporales.

Después de la consegración del templo, en 1838, se derriban las casas entre la calle San Juan y Marrufo, para conseguir espacio libre ante la fachada. La Real Orden de 8 de Julio de 1862, declarando de utilidad pública las obras de ensanche, facilitaron la realización de una plaza adecuada. Primero se demuele la casa que formaba isleta entre la plaza de la Catedral y la de Silos Moreno. En 1867 se sigue con los derribos, uniendo las plazuelas de la Catedral, de Silos Moreno y de Santiago. En 1885 se termina la operación derribando la estrecha manzana de casas que daban frente a la Catedral formando la estrecha calle de la Virreina, que unía las actuales calles de Compañía y Alonso el Sabio, y se derriba otra casa que hacía "martillo" entre el arco de la Rosa y la calle del Chantre.

Ha de hacerse notar que mientras que la implantación de catedrales en los siglos anteriores se hacía sobre lugares singulares, yá utilizados muchas veces para la actividad religiosa, en el caso de la catedral de Cádiz es preciso realizar una dura operación de reforma urbana, cuyas consecuencias aún no quedan del todo resueltas, pudiendo apreciarse en la calle Arquitecto Acero las descarnaduras de manzanas semi demolidas, de cicatrices que aún no han sido restañadas.

1.2.  Bosquejo histórico de la construcción de la Catedral.

1.2.1.- Vicente Azero, arquitecto del "otro barroco":

Vicente Azero, ganador del concurso para la construcción de la nueva Catedral de Cádiz, se había formado como cantero (picapedrero como Borromini) bajo las órdenes de Francisco Hurtado Izquierdo en las obras del Sagrario de Granada, a partir de 1708, siendo nombrado aparejador de las mismas en 1710. Otros discípulos de Hurtado fueron Duque Cornejo, Sánchez de Rueda, Francisco Pedraxas.

Entre 1710 y 1715 viaja a Italia, adquiriendo el conocimiento de la arquitectura italiana, especialmente romana, tal como señala en el importante documento que publica para defenderse de las críticas a sus obras de la Catedral.

En 1714/18 interviene en la Catedral de Guadix y en 1719 trabaja con Hurtado en el Monasterio de El Paular, cuya planta centrada con capillas absidiales periféricas ha de tener influencia en su propuesta para la Catedral de Cádiz.

En 1722 comienza la construcción de Cádiz, viéndose envuelto en 1727-30 en una fuerte polémica de argumentos constructivos que probablemente ocultarían otras razones estéticas.

Esta polémica fué reseñada por Fray Gerónymo de la Concepción, con ánimo de zanjar la controversia. 

Según este informe, ante las dudas surgidas al poco tiempo del comienzo de las obras, se remiten los planos a Madrid en 1727, solicitando diversas opiniones a maestros.

Pedro de Rivera, Maestro y Fontanero Mayor de Madrid, opina que es preciso macizar entre las pilas de cimiento, incluso macizando totalmente, como en la Catedral de Sevilla; los machos torales de la capilla mayor "no tienen el grueso correspondiente al grave de 180 piés de altura."
 
Francisco Ruiz indica que los machos torales contiguos al coro necesitan mayor robustez y alaba la planta del edificio.

P. José Francisco de Silva, clérigo, opina igual que Rivera y que debe hacerse un modelo del edificio.

Vicente Azero replica a todo ello que la Catedral de Sevilla no tiene cimientos macizos como afirma Rivera, tal como pudo apreciarse al cimentar los órganos. Afirma que se pueden hacer "las zepas de los pilares sueltas, sin cadenas." Así están las catedrales de Jaén, Guadix y el Sagrario de la Catedral de Granada.

Al reparo de que "los torales deben tener en su grueso el duplo de la nave", contrapone el ejemplo de la iglesia del Jesú de Roma, "cuyos pilares poseen el tercio, siendo del décimo el grueso sobre sus torales. Los de San Fidele de Milán, el cuarto, y del duodécimo los gruesos del cuerpo de luces, media naranja y linterna, que como pauta traen el arquitecto Davilér y el jesuita P. Pozo."

"Que en España no llegan al tercio los pilares de la Catedral de Segovia, con ser de piedra franca, y la altura de su nave mayor cerca del triplo. Que la de Valencia, con iguales pilares, se sustenta 500 años. Siendo los de Cádiz de más noble, firme y sólido material, sería temer donde no hay temor".

Leonardo de Figueroa, maestro mayor de San Telmo de Sevilla, visita las obras en 1728. Da su aprobación a la cripta y cimientos. Relata que la capilla de las Reliquias "está sobre terreno gredoso, donde faltó la peña estaqueada" habiéndose profundizado 5 piés más que los cimientos de la muralla. Afirma que si los Maestros de Madrid hubieran visto los cimientos, los hubieran aprobado.

Es del parecer que la elevación de la nave principal no pase de la proporción dupla; "mide en la sección interior del diseiío 250 piés u 85 varas, excediendo a la de Sevilla en 97 píés o 32 varas 1/3; atribuye la ruina a la altura de su media naranja y la del Salvador a los pilares delgados." Concluye que se sustituya la cúpula por una "bobeda bayla", que actúa mejor frente a los vientos.

A su juicio, las torres no han de pasar de la altura de 5 anchos, 4 hasta el cuerpo de campanas. El cimiento de fachada y torre ha de abrirse "lo más basado y profundo, y se llene de piedra incierta a lo romano, o mejor de mampostería." Que en cada torre se hagan respiraderos en forma de pozo, de 5 piés de diámetro, que es el mejor remedio contra temblores de tierra.
 
P. Gómez, jesuita de Cádiz en 1728, opina igual que Figueroa en cuanto a los cimientos. Respecto a los cuatro pilares del crucero indica que "la figura triangular es incómoda para el reposo y movimiento de sus arcos".

"Por los vientos no puede subsistir el cimborrio demostrado", proponiendo bóveda "baída". Encarga que los pilares y columnas no sean de una pieza, sino de hiladas, que tienen más fortaleza por los ligadores que traban y encadenan de una parte a otra.

La altura de la nave mayor se ha de acomodar a proporción dupla menos una vara. Reduce las torres a 12 varas de diámetro "con 6 anchos a lo alto, darán 72 varas.

En cuanto a los cimientos de fachada y torre está en todo de acuerdo con Figueroa. Donde se halle fluido y limoso ha de pilotarse con estacas y "las zarpas se dilaten sin escasez, dejando unos respiraderos en los huecos de las torres, porque donde hay mucho plano macizo así lo aconsejan los autores."

Vicente Azero replica ante tales opiniones que "no consiste en el mayor grueso la mayor fortificación."

Hecha la excavación de cimintos para torres y fachada, Azero usa "tiradillos de hierro" en lugar de estacas de palo, clavados a distancias de un pié en la parte de la torre del Evangelio; los diputados repararon en ello y Azero presenta un memorial al Cabildo justificando la solución. Leído el mismo y oído D. Vicente en la Sala Capitular, se escucharon además las siguientes opiniones:

Juan Ignacio, maestro de las murallas, Juan de Santiago Zamorano, alarife de la Ciudad, y Blas Díaz, opinan que "el terreno de cascajo es seguro para fundar en él, tal coimo están fundados el Sagrario, San Juan de Dios y San Felipe Neri.

Se consideraron igualmente los dictámenes de Figueroa y Francisco Gómez, y con todo ello se acordó el 3-VI-1729 "que Don Vicente se arreglase a lo que hasta aquí se ha experimentado, usando el pilotaje de palo en las partes que convengan, no constando se hayan usado los de hierro en obra alguna...  no siendo razón exponer ésta a ser la primera que lo experimente.

Azero manda traer 500 estacas de 6 varas, de grueso entre 8 y 12 dedos en cabeza y 6 a 8 en su extremo. Dispuso un martinete y las comenzó a hincar. Las estacas, aún con cubos de hierro en sus puntas, se clavaban con resistencia, lo que no en todas era igual y faltaba en algunas del todo.
 
Azero aseguró que no podría seguir sin riesgo de ruina en el Colegio y casas vecinas, ni recurrir a otro medio que el hierro.

Se reúne una junta privada en casa de uno de los diputados, a la que concurre Azero, los dos alarifes de la ciudad y el maestro de las murallas. Intentan convencer a Azero, pero éste asegura que cuanto más profundizaba encontraba fragmentos de platos y tejas, hasta una copa entera y un candil de barro, señas de ser terreno sobrepuesto; le dan la razón en ello, pero no en el uso del hierro.

Ignacio Díaz, maestro de la Colegiata de Jerez, es requerido y manda hacer dos calicatas de 5 6 6 piés. Halló terreno cascajoso o zahorra y plano inferior de arenas, que considera firme suficiente. Reconoce asimismo unos restos de hiladas de mampostería, desde la torre hasta un tercio de la fachada.
servirían por el salitre Y orín, aconsejando los cimientos a lo romano.

Opina que las estacas de madera desunen el terreno, pero las de hierro no servirían por salitre y orín, aconsejando los cimientos a la romana. Propone establecer juntas en las fábricas para evitar quiebras por diferencias de asiento. Propone establecer juntas en las fábricas para evitar quiebras por diferencias de asiento.

En junta celebrada en el gabinete del obispo D. Lorenzo Armengual de la Mota, se determinó que en la torre de la Epístola se clavasen estacas y se hiciese emparrillado en todo su plano.

Retirado Azero de la obra, se hacen cargo de los cimientos de la fachada y torres Blas Díaz y J. S. Zamorano, instando a Azero a que asistiese a la obra. Vicente Azero redacta un Memorial despidiéndose de la misma.

El ingeniero de las murallas ordena un emparrillado de 50 palos junto al Colegio, con lo que no están de acuerdo los alarifes. Profundizaron 2 varas bajo el agua, a fuerza de hombres; "se estacaba con gran trabajo, salía mucha agua y no daba lugar a abrir el cajón del largo de los durmientes, con derrumbes de terreno y posible ruina de casas vecinas." En lugar de durmientes se echaron "varengas" según la longitud de los cajones, clavadas a las estacas, no estando de acuerdo el ingeniero con esta solución.

Gaspar Cayón, que fué llamado para las obras, mandó clavar una barra de hierro; primero costaba mucho clavarla y luego no; parándola un poco, volvía a su antigua firmeza; dos varas bajo el agua, encontró fino con tejas y cántaros.
 
Se decide seguir con el estacado, sin dar grandes golpes, con mazos "que con la continuación de golpes cansa y doma la rebeldía, une y aprieta el terreno". Cayón cita muchos casos de éxito con estacados.

Cayón alaba el proyecto. Dice que los 4 püares de la media naranja han de ser mármol, sin rellenos interiores. "Que los caracoles que están en el altar mayor se estrechen una sezma, quedando en 5, que basta para su uso, y con ello tendrán 10 piés cuadrados más de solidez los pilares". No le parece descompensada la elevación y altura, proponiendo se usen pizarras betunadas.

José Gallego y Oviedo del Portal, maestro de la Catedral de Jaén, acude en 1730 y propone que "se estaque a 6 dedos y encadenados a media madera, sin hierro" yá que éste "el ser sólido, lo adquirió por el Arte, pues en realidad es tierra y se disuelve en nada. Por ello, el Templo de Salomón lo excluyó". Indica que se disminuya el ancho de las torres para perder peso y que se muden los pórticos de fachada de modo que no embarazan las entradas por el efecto de ángulos y círculos.

Vicente Azero informa sobre ello en 1730 que si se disminuye el grueso de las torres hay que colocar estribos, "no cabiendo en su figura sin deformidad". Al reparo sobre la fachada alega que lo sugerido quitaría hermosura al edificio, y que las entradas no se embarazan por lo propuesto por él, que incluso fué así aprobado por el Maestro Mayor de obras de S.M. cuando estuvo en Cádiz.

Azero expone sus razones en un interesante documento , parcialmente citado en el anterior. En el mismo desarrolla sus ideas sobre la Arquitectura, demostrando amplios conocimientos y citando a autores como Daviler y A. Pozzo.

La arquitectura de Azero se inscribe en el nuevo concepto espacial del barroco heterodoxo de Borromini y Guarino Guarini, basado en el desarrollo dinámico que fué precursor del concepto moderno del espacio.  Se trata de "determinar el espacio" en vez de representarlo.
 
Guarini habla de movimientos pulsantes y sistematización de células yuxtapuestas. "El movimiento espontáneo de dilatación y contracción no procede de ningún principio. Sin embargo, está difundido por entero entre los seres vivos...  Las formas deben ser continuamente movidas y animadas para convertirse en fenómenos a lo largo de esta trayectoria de líneas, de trazados geométricos... La rítmica repetición de la forma hacia el infinito..." 

Acero proyecta una Catedral muy esbelta, con tres cuerpos en el presbiterio bajo la cúpula, y cuatro bajo la cúpula central, formada por doble hoja y doble linterna. Las torres se proyectaban con tres cuerpos sobre la altura de la fachada.

Acero realiza un esfuerzo de síntesis entre la planta de la Catedral de Granada y su sentido barroco del espacio, resolviendo mucho mejor que en aquella la transición entre el altar mayor y la girola, resuelta con pesadas bóvedas de cañón abocinado en la de Granada. Introduce una articulación entre la nave central y el presbiterio, para romper la cabecera recta de las catedrales anteriores. Consigue imponer un ritmo único a todo el edificio, a base de utilizar una pilastra versátil muy ingeniosa, que mediante adosado de nuevas columnas o distorsión de su planta se adapta a todas las posiciones, incluso las difíciles de transición a la girola, y de las capillas de ésta.

Acero compone su planta para la Catedral de Cádiz a partir de una pilastra fundamental formada por un cilindro central al que se adosan cuatro columnas al bies, preparadas en esta posición para recibir srcos ojivales cruzados. Su utilización del gótico no es estilística, sino que parte de convencimientos técnicos sobre el menor empuje de estos elementos, tal como señala en su escrito de defensa antes mencionado.

La pilastra fundamental se mueve y adapta a las distintas posiciones en la planta, que ha de formar la cruz latina de la Catedral española, pero que ha de compatibilizarse con la rotonda, el viejo tema de Siloé en la Catedral de Granada.

La pilastra fundamental le sirve para este cometido. En el crucero, la colocación de otras dos columnas le permite resolver el encuentro de los arcos torales. En la rotonda del presbiterio, la columna se adelgaza sustituyendo el cilindro por una pilastra de planta triangular, y en la parte interior aparece una sola columna, lo cual le permite resolver la planta circular.

Finalmente, la transición de la nave mayor con la del crucero se resueve mediante una pilastra curvilínea que sirve de directriz al gran arco de la embocadura. Acero se había planteado este problema desde sus reflexiones en la Catedral de Granada.

La resolución octogonal de la rotonda es análoga a la de La Salute de Venecia de Longhena, apareciendo la girola como alternancia de espacios y capillas rectas con espacios triangulares ante los que se forman capillas absidiales abiertas a la girola con arcos truncados.

Ensancha la fachada a base de disponer las torres casi exentas. Se ha hecho notar por muchos autores las influencias de Borromini y de Guarini respecto a la fachada, introducidas por Conrad Rudolf en la fachada de la Catedral de Valencia, y repetidas con mayor anchura en la de Guadix.

Según C. Norberg Schulz en su "Arquitectura barroca tardía y rococó", Vicente Acero y Acebo se dedicó sobre todo a proyectar y construir ciudadelas, lo cual puede tener que ver con la posición de las torres del edificio, muy salientes respecto a las líneas generales de la planta.

Este autor atribuye las radicales reformas que sufrían los proyectos de Acero no sólo a los altos costes y tiempos necesarios para la realización de tan ambiciosos proyectos, sino a que Acero representaba un gusto algo anticuado. Incluso el propio Gaspar Cayón, que le sustituyó, al apoyarse en raíces Borrominescas para el Sagrario, está acudiendo a modelos notoriamente antiguos. (San Carlino se construye en 1655 68).

Las críticas a la obra de Acero fueron abundantes:

Tomás de Sisto (1815): "La confiaron enteramente a los débiles talentos del arquitecto D. Vicente Acero, quién la empezó bajo sus mismos diseños con yerros tan considerables que ha sido muy difícil enmendarlos posteriormente y del todo punto imposible el lograrlo en su totalidad".

Cabe recordar lo que decía Milizia: "Quien quisiera ser arquitecto al revés debe estudiar el tratado de Andrea Pozzo".

En 1730, Acero abandona la obra. En 1732 trabaja en la portada de Santiago de la Catedral de Guadix y en 1738 en su fachada principal. En 1739 traza la planta de una colegiata para Antequera, donde lleva a sus últimas consecuencias la relación entre la planta de salón y la rotonda octogonal.

Las soluciones constructivas empleadas en la cripta ponen de manifiesto la pericia constructiva de Vicente Acero, tan puesta en duda para el resto del edificio proyectado. La extraordinaria riqueza espacial que posee el interior del edificio, a pesar de los "enfriamientos" neoclásicos, es sin duda obra del proyecto de Acero. Esta riqueza espacial, acentuada por la luz que refleja en infinitos matices la piedra blanca, es una creación de mucho mayor contenido que el decorativismo churigueresco al que asignan sin más a Acero los neoclásicos. (Antonio Ponz: "No quisiera por cuanto hay en el mundo haber visto el que llaman "Transparente" (El Paular). ¡Qué Churrigeras ni qué Tomés¡ Fueron unos Palladios en comparación con el que dirigió esta obra).

1.2.2.- Actuaciones posteriores a las de Acero:

En 1725 se concibe una planta, atribuída por P. Navaascués a Gaspar Cayón, en la que además de la capilla de las Reliquias aparece una sala de juntas oval, la sacristía mayor, y una capilla ochavada para Sagrario. En el interior del crucero aparecen unas pilastras exentas que deberían formar una portada interior, y en el lado de la Epístola dos nuevas capillas. Responde a las dependencias ideadas por Acero, pero con nueva distribución, que se organizaba en terrenos entre la calle San Juan y el Campo del Sur, en continuidad con la manzana de casas.

Torcuato Cayón se hace cargo de la obra en 1769 .Sus planos de 1775 suponen una modificación sustancial del edificio: se reduce en un cuerpo las alturas de las cúpulas central y del altar mayor, y de las torres. La cúpula central se proyecta de una sola hoja y una sola linterna. La decoración interior se simplifica. Las torres, a pesar de su nueva proporción, conservan sensiblemente el perfil bulboso de las de Acero. Aparecen los espacios entre bóveda de azotea y bóveda de interior. En la fachada principal, Cayón proyecta el acuerdo del frontón central con el muro de fachada mediante dos contrafuertes con voluta.

A pesar de las modificaciones introducidas, Cayón respeta bastante el barroquismo de la fachada y las torres. En la cúpula central transforma el cuerpo de luces en un tambor. Incluso en un primer momento, Cayón respeta los tres cuerpos basamentales de las torres de Acero. Cayón concibe por primera vez el edificio como un cuerpo exento. (Véase P. Navascués: "Nuevas trazas para la Catedral de Cádiz", incluído como anexo).

Los diseños de Manuel Machuca y Vargas, de 1790, para concluir la obra conservan la cúpula de Cayón pero modifican totalmente las torres, reducidas a tres cuerpos en vez de los cuatro de Cayón o de los cinco de Acero. Además, Machuca proyecta un nuevo cuerpo adosado a la fachada principal en toda su anchura, hasta el nivel de la primera cornisa, con un pórtico de columnas exentas coronado por un frontón triangular, con hornacinas delante de las torres, que tenía por objeto ocultar una fachada que no respondía a los cánones neoclásicos. El diseño de esta fachada no realizada está contenido en la "Colección de vistas iluminadas de los principales edificios de Cádiz, con una breve noticia de su fundación, destino y mérito artístico de sus fábricas", publicada por D. Tomás de Sisto, secretario de la Academia de Bellas Artes, en 1815.
 
Con el diseño de Machuca se construirán las torres bien avanzado el siglo XIX, pero la cúpula aún habrá de modificarse por Juan Daura en las apresuradas obras de terminación. Sin duda constituye la pieza más floja de la Catedral, chata, sin cuerpo de luces ni linterna, construída de ladrillo y casetones de yeso.

Es curioso señalar la importancia que tuvo el estamento militar en la esperada terminación de la Catedral, como en tantas otras cuestiones de una ciudad cuyas razones de existencia han conjugado secularmente las actividades militar y comercial, en estrecha simbiosis. El incendio de la capilla de San Firmo, en 1832, provoca la decidida actuación del gobernador militar D. José Manso, que encarga la finalización de las mismas al teniente coronel D. Juan Daura.

Daura realiza un tambor poco esbelto que recubre de un mortero de cal coloreado de ocre oscuro, con cuatro ventanales semicirculares. Sobre el mismo monta la cúpula de media naranja recubierta de azulejos amarillos, con su intradós decorado con casetones. Su intención fué construir una linterna como remate, para que la luz resaltara los relieves de los casetones, y por ello cierra la cúpula, que es de bloques cerámicos, con un anillo de piedra. Ante la escasez de medios, coloca un remate con materiales ligeros, en forma de pirámide, que se perdió hace unos 25 años.

Según la Guía Rosetty de 1887, en 1858 fué hecha la cesión real a esta iglesia de la sillería de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla, construída por el escultor D. Pedro Duque Cornejo, al parecer en estado muy deteriorado. Según la misma fuente, en 1859 se colocó la reja del coro, con diseño del arquitecto D. Juan de la Vega, el cual montó asimismo el coro, con el escultor tallista D. Juan Rosado. La reja se fabrica en los talleres de D. Manuel Grosso, de Sevilla. Los órganos son de la década de 1860 70, construídos por D. Pedro Roquer y reformados en 1881 por D. Modesto Carreto.

En 1862 se realiza por Juan de la Vega el templete del presbiterio, según proyecto antiguo de Machuca. En su interior, el sagrario   manifestador de bronce dorado realizado por Juan Rosado en la misma época. Los púlpitos de estilo isabelino son asimismo de Juan de la Vega. Los ángeles lampareros son obras barrocas italianas del XVIII.

1.3.  Descripción general del templo:
 
La configuración de la planta de la Catedral de Cádiz parte de una cruz latina formada por la nave central y la nave del crucero, ambas con una anchura entre ejes de 17 metros y una luz libre de 12 metros.  Las naves laterales tienen una anchura entre ejes de 11 metros y luz libre de 6 metros. Tanto las naves laterales como la central se interseccionan de norte a sur con intervalos no uniformes de anchura entre ejes sucesivas desde la fachada principal de 9,15 m., 9,00 m., 9,45 m., hasta el crucero, con luces libres respectivas de 6,00 m., 5,90 m., y 6,40 m. Al sur del crucero existen dos intervalos rectos en el arranque de la girola, de 7,40 m. y 8,70 m. respectivamente de distancia entre ejes y 4,35 m. y 5,60 m. de luces libres. La girola se salva mediante alternancia de tramos rectos y triangulares. De brazo de crucero a brazo de crucero existen 7 tramos rectos y 4 triangulares.

La cabeza de la cruz latina o parte anterior de la nave central se transforma en una rotonda elevada que forma el presbiterio alrededor del altar mayor. El mismo está circundado por la girola, que enlaza entre sí las naves laterales en total continuidad. Tanto las naves laterales como la girola están orladas de capillas situadas entre éstas y el muro perimetral. Los extremos del crucero se terminan en cabeceras de planta semielíptica, que sobresalen del perímetro general, al igual que las torres, muy avanzadas respecto a las fachadas, y la capilla situada en el eje del edificio, al sur.

Todo ello dá lugar a una planta muy compacta, inscrita en un rectángulo de 82 x 49,30 metros, del que sobresalen los cuerpos de la torres, cabeceras del crucero y capilla de las reliquias al sur, así como el cuerpo adosado de la sacristía. Ello dá a ésta planta una imagen de "fortaleza", no ajena seguramente al hecho de que Vicente Acero proyectase ciudadelas. La superficie total ocupada por el edificio es de 4.566 m2.

El pilar compuesto que sirve de generatriz a la planta posee una cuidadosa geometría capaz de resolver todas las posiciones y encuentros, preparado para recibir arcos diagonales al modo de Guarino Guarini. Este elemento generador de la planta es una pilastra mixtilínea formada por un grueso pilar cilíndrico de 2,50 m. de diámetro al que se adosan cuatro columnas de 0.85 m. de diámetro, o seis en el caso de las esquinas del crucero con la nave central. Estas pilastras se repiten en los puntos de intersección de la cuadrícula de la planta antes descrita, colocadas en sentido este oeste, transversal al sentido general de las naves, separando las naves laterales de la central y abrigando entre ellas a las capillas laterales.

La pilastra mixtilínea descrita se transforma en función de su situación en planta, completándose con dos columnas más en su lado mayor para resolver las esquinas del crucero con la nave central y la terminación del crucero en cabecera elíptica, o modificándose en pilastras triangulares o trapeciales para adaptarse a la geometría de la girola.

La planta se completa con la sacrístía y antesacristía. que forman un cuerpo adosado en el lado de poniente, de menor altura. La sacristía es un salón rectangular de 12,50 m. x 8,55 m. cubierto por una bóveda esquifada. La antesacristía es un recinto de planta octogonal de 7,25 m. de frente a frente, que se cubre con bóveda de casquetes y se corona con una linterna.

Bajo la planta general de la iglesia se encuentra la cripta, a la que se accede por escaleras situadas a los costados del presbiterio. Su planta reproduce la rotonda del presbiterio, y se cubre con una bóveda casi plana, con un diámetro de 14,43 m. En el sentido del eje del edificio avanza una galería de 4.45 m. de ancho, con techo totalmente plano, de adovelado oculto. En su extremo se abre una capilla circular, que se sitúa bajo la capilla sur del templo. Del espacio circular central parten diversas capillas de forma radiada, que se sitúan bajo las capillas corespondientes de la girola. Estas capillas se comunican entre sí mediante túneles circulares. El resto de capillas del templo tienen tambien sus criptas particulares, que no se intercomunican. Una de las criptas de las capillas de la girola está asimismo incomunicada con el resto.

En cuanto a la estructura general de la sección vertical del edificio, la misma se compone de varios cuerpos superpuestos. El cuerpo bajo, que corre en toda la planta, se corona con la primera cornisa, a una altura de 12,50 m. respecto al nivel interior general de la solería. Sobre el mismo se levanta el segundo cuerpo, que forma los arcos y bóvedas de las naves laterales y girola, sobre las que existe un espacio interior entre bóvedas interiores y exteriores de azotea. La cornisa de este nivel de azoteas está a 21,05 m. sobre el nivel interior de solería.

Sobre este cuerpo se levanta la nave central con su cuerpo de luces, bóvedas y azotea, cuya cornisa exterior se encuentra a 28,26 m. Por encima de este nivel se disponen la cúpula central, cúpula del altar mayor, torres y frontón de fachada. El balcón del campanario se encuentra en la cota 35,30 m. La altura de las torres sin remates es de 52,50 m. La altura de la cúpula central, sin remates, es de 45 m. La altura de la cúpula del altar mayor, sin remates, es de 33 m. Todas las cotas desde el nivel de solería interior, que se encuentra a 2,47 m. sobre el nivel de acera ante la fachada principal.

Aparte de los entrebovedados, existen otros espacios intermedios sobre las capillas bajas de la girola, en los ángulos de la misma, a los que se accede desde las capillas, por escaleras de caracol. Dos de estos espacios se utilizan como archivo catedralicio y archivo de documentación musical. Los otros dos no se utilizan, y su acceso permanece oculto.
 
Las dependencias de la Catedral se completan con dos recintos a ambos lados de la capilla sur, que se destinan actualmente a Museo, al igual que el edificio adosado a la girola en su lado suroeste, edificio de muy baja calidad y pésimo estado, que desmerece del conjunto catedralicio. El callejón existente entre la Catedral y el Palacio del Obispado está cubierto para formar un almacén, al que se accede desde el interior de la Catedral por su puerta este.

1.4.  Descripción artística y constructiva:

La Catedral terminada es un edificio ecléctico, con un magnífico interior rico en espacios, volúmenes y luces, y un exterior confuso, mal terminado, con cuerpos de edificación totalmente incongruentes, como los destinados a museo y a almacén.

Sobre un rico pavimento de mármoles blancos y grises formando dibujos diversos, con detalles de mármoles de color, arrancan las pilastras mixtilíneas formadas por un grueso pilar cilíndrico al que se adosan cuatro columnas. o seis en las esquinas del crucero con la nave central. Su base la forman dados de mármoles negros y rojos. Sobre ellos descansan las basas de las columnas de mármol rojo.

Los fustes de las columnas son de mármol blanco estriado, con tambores de dos alturas alternadas. Se coronan con capiteles corintios de fina factura. Los laterales de la pilastra cilíndrica central, que quedan vistos entre las columnas, se coronan a la altura de los capiteles mediante frisos corridos con un sencillo estriado vertical.

Sobre el nivel de los capiteles se sitúa el entablamento, formado por arquitrabe partido en tres cuerpos superpuestos ligeramente volados entre sí, friso con metopas ricamente decoradas, y cornisa, formada por una primera hilada de dentellones, una segunda de ovas, una moldura de decoración vegetal, y diversas molduras de terminación.

Tanto los dados de arranque como los dados del entablamento se encuentran girados 45 grados respecto a los ejes generales del edificio, lo cual origina un movimiento extraordinario de los volúmenes, especialmente de las cornisas.

En la misma posición de las columnas, y con el mismo sentido diagonal, se superponen pilastras rectas para formar el segundo cuerpo de la nave central y del presbiterio. Estas pilastras tienen un dado de arranque, con cornisilla, moldura rectangular que resalta cada una de sus caras, sencillo entablamento con moldura horizontal corrida, y cornisa más sencilla y de menor vuelo que la primera.

Entre pilastra y pilastra del segundo cuerpo, y arrancando de las cornisas del primer cuerpo, se tienden arcos de medio punto que sirven de apoyo a las bóvedas de las naves laterales. Estos arcos, al discurrir en los sentidos de los ejes del edificio, pero arrancar de unos elementos colocados diagonalmente a los mismos, resultan de sección en uve apuntada hacia abajo. Todos ellos están muy decorados mediante diversas molduras y relieves, y se coronan con medallones en su clave.

Las bóvedas de las naves laterales son de dos tipos fundamentales, que se alternan entre sí: bóvedas vaídas sobre cuatro arcos de medio punto, o bóvedas de casquete esférico rebajado sobre anillo horizontal apoyado en los cuatro arcos, con pechinas intermedias. Mención aparte merecen las bóvedas que resuelven la transición angular en la girola; son bóvedas vaídas apoyadas sobre dos arcos de medio punto que forman ángulo entre sí, y un tercer lado formado por un arco de medio punto doblado en su plano por el eje vertical.

Ambas clases de bóvedas están muy decoradas: las vaídas, por moldurados que forman cuadrados concéntricos con relieves centrales; las de casquete rebajado, más sencillas, con moldura circular en el anillo y relieves en el casquete, que resaltan el dovelado. El despiece de este dovelado suele seguir los meridianos y paralelos del casquete, pero en algún caso adopta forma de hélice.

Entre arco y arco de medio punto, en los espacios intermedios que aparecen entre columna y columna, entre la nave central y las laterales, y en las capillas, aparece un elemento constructivo muy peculiar consistente en un arco de medio punto muy ancho, de sección curva, con la curvatura hacia abajo, de una audacia formal considerable, que introduce un elemento de tensión invertida entre módulos de la cubierta.

La cubierta de las capillas laterales queda prácticamente resuelta con este gran arco de directriz de medio punto vertical y generatriz convexa. Entre el arco y el muro se disponen diversos arcos abocinados y moldurados en forma de concha centrada en el óculo superior de la capilla, unas veces abierto y otras no, todo lo cual descansa en la cornisa fuertemente plegada por la planta de la propia capilla.

La nave central completa su segundo cuerpo con un sencillo paño ciego entre pilastra y pilastra, sobre el arco de medio punto, coronada por el entablamento y cornisa que tambien coronan las pilastras rectas.

Sobre ello se levanta el cuerpo de luces y bóvedas de la nave central. Directamente encima de las pilastras arrancan los arcos de medio punto que salvan los 17 metros de luz de esta nave, muy decorados. En el sentido longitudinal, sobre los planos que separan la nave central de las laterales, se levantan arcos de medio punto que enmarcan grandes ventanas, con frontones curvos y que están flanqueadas por figuras aladas. Sobre cada cuatro arcos se abren finalmente las tres bóvedas vaídas que cubren la nave central, muy decoradas en toda su superficie con medallones centrales y relieves diversos.

La nave central se termina en su fondo, en el plano vertical interior de la fachada principal, por una fachada interior formada por los dos entablamentos y cornisas generales del edificio, entre los que se dispone un gran ventanal con recercado y coronación. Entre el entablamento superior y la bóveda se dispone una portadilla que enmarca el óculo de fachada, con pilastras con figuras humanas y hornacinas laterales.

El crucero se resuelve mediante sendas bóvedas vaídas iguales a las de la nave central, colocadas a cada lado del centro, en continuidad con las naves laterales. Las cabeceras del crucero, una vez colocado el consabido arco ancho de sección curva invertida, se terminan con planta elíptica. Dos columnas flanquean las puertas laterales, continuando hacia arriba en pilastras sobre el primer entablamento, y en arcos sobre el segundo entablamento. Estos arcos, que se disponen radialmente, descansan en la clave del arco longitudinal, y constituyen seguramente una reminiscencia de la forma de cubrir las bóvedas prevista por Acero, puesto que es el único punto junto con el presbiterio donde el arco arranca perpendicular a la pilastra. Entre arranque y arranque de arcos se disponen otors arcos de medio punto que enmarcan óculos. En el cuerpo inferior tambien se disponen grandes ventanales rectangulares con enmarcados y frontones. Las tres bóvedas de casquete que coronan cada pieza de cierre del crucero poseen diversas molduras paralelas a los arcos que las delimitan.

En el centro del crucero aparecen pilastras con seis columnas, pues la pilastra primitiva se completa con dos columnas más en un lado, para lograr la intersección de las dos naves de igual altura. Sobre los cuatro arcos centrales se disponen las pechinas decoradas con un sencillo baquetón triangular, y el anillo horizontal que sirve de apoyo a la cúpula central.

La cornisa de este anillo se decora con ménsulas, y sobre ella se apoya un corto tambor con cuatro ventanas semicirculares y pilastrillas adosadas. Finalmente se abre la cúpula, construída de ladrillo a rosca, con casetones y adornos de yeserías. En el centro se dispone un medallón.
 
La transición entre la nave central y el presbiterio la resuelve Acero con una pilastra curvilínea enormemente atrevida, resultante de deformar la pilastra fundamental para conseguir la transición entre la disposición cuadrada y la circular. Renuncia Acero a que el presbiterio sea un semicírculo de coronación de la nave recta central, y para acentuar la rotonda realiza esta pilastra que, con una doble curvatura, vá a dar un enorme dinamismo y énfasis al lugar más importante del edificio, sirviendo además de directriz al arco superior.

En lo alto de la complicada pilastra discurren los entablamentos, frisos, cornisas y apilastrados generales, garantizando así la necesaria coherencia. Sobre el segundo cuerpo aranca un potente arco toral de sección de doble curvatura, muy decorado con cuadros, molduras y adornos, y casetones menudos en el arco de borde que lo delimita, sobre la pilastra última. Al igual que las dos pilastras que flanquean el presbiterio son distorsiones de la pilastra fundamental, este arco toral es distorsión asimismo del fuerte arco tendido con curvatura transversal invertida que resuelve la transición entre los arcos de medio punto de las naves.

Las pilastras que existen entre el presbiterio y la girola adoptan sección triangular para resolver la transición radial entre uno y otra. Desaparece aquí la curvatura intermedia de la pilastra fundamental, que hubiera estrechado excesivamente los espacios de transición, y es sustituída por pilastras rectas verticales decoradas con recuadros de mármol rojo y blanco. Las columnas internas del presbiterio se enriquecen con piedra roja.

Sobre las pilastras triangulares del presbiterio se dispone el entablamento general del edificio, del que arrancan arcos de medio punto de sección recta, decorados con casetones en su interior. Entre arco y arco continúan las pilastras rectas al igual que en la nave central. Entre pilastra y pilastra se colocan unas molduras rectangulares que enmarcan pinturas.

Sobre la segunda cornisa del presbiterio, situada a la misma altura de la general del interior, arrancan las nervaduras de la bóveda del altar mayor, en correspondencia con las pilastras, perpendiculares a las mismas, igual que en las cabeceras del crucero. Entre los arranques de estos nervios se disponen arcos de medio punto que enmarcan ventanales, con frontón curvo y flanqueados de figuras aladas. La bóveda, de casquetes esféricos sobre los nervios, se termina en un rosetón central.

Tanto la girola como las naves laterales poseen un espacio intermedio accesible entre las bóvedas de azotea y las interiores. Estas, que están construídas de piedra blanca, quedan aparentes en el suelo de estos recintos, estando cubiertas de un mortero de cal. Puede observarse la estructura portante del edificio, realizada con sillería de piedra ostionera, los arcos del mismo material, y las bóvedas de azotea, de fábrica de ladrillo a rosca.
 
Las azoteas de la Catedral se disponen en diversos niveles: sobre la sacristía, sobre las naves laterales y girola, y sobre la nave central y crucero. Las azoteas están construídas como es usual en Cádiz, con ladrillo dispuesto sobre relleno. Las bóvedas quedan resaltadas sobre el plano de la cubierta.

El tambor de la cúpula central se encuentra exteriormente revestido de un guarnecido de cal de color marrón oscuro. sobre el que resaltan los elementos decorativos de piedra blanca. La cúpula está revestida de azulejo amarillo. Se corona actualmente con una cruz, y tuvo antes una coronación piramidal.

La cúpula del altar mayor es de piedra blanca, de casquetes que se cortan en arista. Se corona con pedestal y estatua. Son elementos muy característicos de la cubierta y de la volumetría general del edificio los contrafuertes de suave curva que unen el cuerpo alto de la nave central y presbiterio con el cuerpo bajo, versión última de los complicados contrafuertes en hélice proyectados al principio.

Los accesos a la azotea y entrebovedados se resuelven mediante escaleras de caracol dispuestas en el lado sur de los extremos del crucero, por las que se accede directamente al recinto entre bóvedas de la girola. Por la escalera de poniente se accede además, a media altura, a la azotea de la sacristía. Igualmente se accede al entrebovedado de la girola por las escaleras de caracol dispuestas en las pilastras grandes del presbiterio, junto a los púlpitos.

Desde el entrebovedado de la girola se accede a la azotea de la girola mediante dos escaleras rectas que salen en forma de casetón. De la azotea de la girola se sube a la azotea del crucero, presbiterio y nave central por dos escaleras simétricas colocadas a ambos lados del presbiterio, al aire libre, construídas de piedra blanca.

A los entrebovedados de las naves laterales se llega por la rampas de las torres, que tambien tienen salidas a la cornisa interior. Las mismas rampas sirven de acceso a las azoteas sobre las naves laterales. La descripción de accesos se completa con la reseña de otras dos escaleras de caracol situadas en sendas capillas de la girola, para acceder a los recintos situados sobre las capillas bajas de los vértices de la girola.

El exterior de la Catedral acusa duramente los avatares de su construcción, resultando un conjunto no demasiado coherente. Por una parte, el recorte de altura de las torres y cúpula, y por otra los paramentos inacabados, las indecisiones, la mala construcción del cuerpo del museo, etc. son causas de lo indicado.

Torcuato Cayón armonizó una fachada cuyas altas torres de cuatro cuerpos se contrapesaban con el cuerpo central, robustecido por dos potentes contrafuertes acabados en hélice. El proyecto de Machuca elimina los contrafuertes, reduce las torres, quedando un conjunto que arranca con gran ímpetu y se enfría a partir de la primera cornisa.

La fachada principal al norte parte de una planta formada por tres curvas fundamentales con la concavidad hacia afuera. Sobre las dos laterales se superponen otras curvas convexas en su parte central. Ello origina superficies cilíndricas muy movidas, que se delimitan lateralmente mediante pilastras jónicas muy esbeltas sobre basas. La cornisa general del segundo cuerpo interior se enfatiza fuertemente en la fachada, al seguir la complicada planta de ésta, y la planta mixtilínea de las torres. El cuerpo inferior de las torres forma unidad con la fachada, pero queda muy adelantado respecto a las líneas generales del edificio, especialmente por sus laterales.

En el centro de la fachada existe una portada formada por doble columna corintia a cada lado de la puerta, sobre basas y dados decorados con rombos. Los fustes son estriados en su parte superior y con decoración menuda en el tercio inferior. Sobre un entablamento muy decorado se dispone otro orden corintio, pero de muy malas proporciones, con frontón partido. A ambos lados, las estatuas de los patronos de la ciudad.

Las puertas laterales disponen de una decoración de baquetones mixtilíneos que yá figuraban en la fachada de Cayón, aunque no lograron completarse. Sobre las mismas se colocan sendos óculos.

El gran arco abocinado en forma de cascarón situado en la parte superior del cuerpo central de la fachada, bajo el frontón, se decora con casetones y en su centro se abre un óculo. Queda coronado por un frontón triangular muy sencillo, definitivo enfriamiento de las primeras alegrías barrocas. Sobre el mismo, una estatua central y candelabros sustituyen a la proliferación de estatuas y remates que se aprecian incluso en el plano de Cayón.

Las torres son tratadas como basamento con sillería almohadillada en su cuerpo inferior, de claras formas barrocas, alternando ventanas con frontones y óculos. El segundo cuerpo, de Machuca, es muy clásico y sencillo, de planta octogonal en la que alternan paños ciegos con moldurado de rectángulo y círculo superpuesto, con ventanales coronados con frontón curvo.

Sobre el mismo se levanta el campanario. Sobre los paños ciegos del cuerpo inferior se disponen pares de columnas de orden corintio. Los huecos entre columnas son de proporción rectangular vertical y acabados en arco de medio punto. Alternan huecos grandes de campanas, sobre las ventanas del cuerpo inferior, con huecos pequeños sobre los paños ciegos.

Las torres se coronan con un cilindro de poca altura perforado por ventanillas circulares, sobre el que se disponen cupulillas de media naranja. Las torres disponían de remates formados por veletas y cruces, que se han perdido.

La subida a las torres se realiza por rampa de planta octogonal, que desemboca finalmente en la plataforma de las campanas. Desde ésta, sube una estrecha escalera de caracol hasta la cúpula.

Las fachadas laterales disponen de portadas en las puertas del crucero, consistentes en tres cuerpos de piedra blanca. La puerta, adornada con baquetones de líneas mixtas, queda flanqueada por dos grupos de pilastras coronadas por capiteles corintios. Sobre la primera cornisa, que coincide con la interior del primer cuerpo, se disponen nuevas pilastras más sencillas, que se trnsforman en el último cuerpo en pequeños resaltes del muro y de la cornisa de coronación.

Sobre la puerta, en el segundo cuerpo, existe un ventanal rectangular con decoración de roleos y frontón curvo. En el cuerpo superior, una hornacina abocinada que en el interior se transforma en óculo.

Las cabeceras del crucero adoptan en el exterior una forma poligonal envolvente de la elipse interior, con los dos vértices que flanquean la puerta en saliente. Los laterales tambien disponen de ventanales.

El resto de las fachadas laterales muestran la fábrica vista de piedra ostionera, sobre la que resaltan los moldurados blancos de las ventanas rectangulares y redondas. En la fachada oeste, el aspecto sobrio de estos paramentos se completa con unas pilastras "colgadas" de la cornisa, entre las que se abren las ventanas del espacio entre bóvedas. En la fachada este, las pilastras son continuas de suelo a cornisa.

En la fachada posterior destaca el cuerpo blanco liso de la capilla de las reliquias y recintos anexos laterales, coronado por una balaustrada y por la cúpula blanca, sobre la que se dispone un remate de figuras de angelitos.

Sobre la fachada de poniente aparece el cuerpo de la sacristía, volumen prismático bastante incongruente, terminado de piedra gris sólo en su lado mayor, con ventanas recercadas de piedra blanca en su parte inferior. En el rincón del suroeste, la lamentable construcción ocupada por el Museo.

Sobre las fachadas del primero y segundo cuerpo, cuya masa predominante es la piedra ostionera, se levanta el tercer cuerpo, de piedra blanca, con la cadencia regular de los contrafuertes y ventanales intermedios.

La ciudad como respuesta a la acción integrada...

obras singulares

mapa de actuaciones